ARCHIVO)El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, interviene durante una sesión de control al Gobierno en el Congreso de los Diputados en una imagen de archivoJesús Hellín / Europa Press
La irrupción hace una década de Podemos en el Congreso de los Diputados quebró el sistema de partidos imperante hasta el momento: un bipartidismo (PSOE-PP) imperfecto (se apoyaba para formar mayorías en partidos soberanistas catalanes y vascos). La moción de censura a Mariano Rajoy en 2018, tras la condena de la Audiencia Nacional al PP por lucrarse a través de la trama Gürtel, no solo llevó a Pedro Sánchez a Moncloa, sino que también generó un nuevo horizonte en las alianzas políticas y parlamentarias: la conformación de un entendimiento estratégico de carácter progresista y plurinacional.
Cuando Rajoy salió del Congreso de los Diputados en dirección al restaurante Arahy de la Puerta de Alcalá, el 1 de junio de 2018, para empapar en salmorejo, solomillo y dos botellas de whisky la derrota, se gestó en el PP un deseo de revancha que le ha llevado a mantener durante casi siete años el relato de que el Gobierno de Sánchez es “ilegítimo”, pese obtener el apoyo del Congreso en aquella moción de censura al PP y en dos debates de investiduras posteriores. La llegada al tablero de juego de los ultras de Vox escoró al PP hacia la derecha más todavía. Así, los grandes acuerdos bipartidistas que antaño eran tan comunes, son hoy una rara avis y se han limitado, en los últimos años, a algunas “cuestiones de Estado” inquebrantables: no poner en duda la UE como espacio transnacional con el que compartir soberanía; asumir el atlantismo y la OTAN como el marco en el que justificar la sumisión a Estados Unidos; priorizar una relación privilegiada con el régimen marroquí pese al chantaje permanente al que somete a España y a sus violaciones del Derecho Internacional; no cuestionar bajo ningún concepto la monarquía ni el reinado de Felipe VI; defender a ultranza el papel de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado pese a sus abusos y errores…
El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca este año ha supuesto un terremoto político de dimensiones aún incalculables tanto en política doméstica estadounidense como en las relaciones internacionales. El magnate ultra ha puesto patas arriba la geopolítica, priorizando un marco de diálogo tú a tú entre las grandes superpotencias que se disputan zonas de influencia en el planeta y penalizando los espacios multilaterales de discusión. Así la UE se ha visto desplazada de la toma de decisiones y ha de reinventarse ante los vertiginosos cambios que estamos viendo en el reparto del poder global. En España, se va configurando una posición de Estado ante la nueva realidad. Y, pese a la evidente tensión política y alejamiento crónico entre los dos grandes partidos, en este tema, los discursos de Génova y Ferraz se van pareciendo cada vez más.
El pasado lunes, el presidente de la República Francesa, Emmanuel Macron, convocaba de urgencia una reunión informal de líderes europeos en el Elíseo, a la que asistió Sánchez. El presidente español comparecía tras el encuentro, ya por la noche, en la embajada española en París, ante los medios de comunicación. El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, por su parte, participaba en una reunión del Partido Popular Europeo al día siguiente. Las ideas expresadas por ambos no distaban mucho. Habla el Estado (la diplomacia, el funcionariado, el ejército…) en boca tanto de Sánchez como de Feijóo.
Sobre Ucrania, tanto Sánchez como Feijóo, cada uno en sus respectivos foros, defendían esta semana posiciones muy parecidas. Mientras el presidente del Gobierno se comprometía en París a que “desde el Gobierno de España vamos a continuar apoyando a Ucrania mientras dure esta guerra que, nadie quiso, salvo el invasor Putin”; el líder de la oposición insistía en que “hemos de proteger a Ucrania como hemos hecho hasta ahora“.
También sobre el futuro de esta guerra, Sánchez se pronunciaba sobre el diálogo bilateral iniciado en Arabia Saudí entre Estados Unidos y Rusia: “No podemos hacer que estas conversaciones de paz supongan un nuevo cierre en falso, tiene que ser una paz duradera, y tiene que ser una paz justa“. Con estas mismas palabras se expresaba Feijóo un día después: “No sirve cualquier paz”, ya que esta, para el gallego, debe ser también “duradera y justa”.
“Si queremos una paz duradera y justa, y por tanto no queremos un cierre en falso, se exige de una participación activa de la Unión Europea”, advertía el presidente socialista desde Francia el pasado lunes. El presidente del PP, por su parte, unas horas después reclamaba “determinación, inteligencia y diplomacia en el seno de la Unión Europea” en su intervención telemática del martes ante los dirigentes conservadores europeos.
Los halagos a la UE y deseos para fortalecerla no tardaron en llegar, ora hablara Sánchez, ora lo hiciera Feijóo. “Europa es un proyecto político fuerte, que representa el primer bloque comercial del mundo y además representamos la primera economía del mundo. Es decir, tenemos capacidades, tenemos fortalezas sobre la cuales podemos continuar agrandando y ensanchando este gran proyecto que es la Unión Europea“, defendía el primero, poco antes de que el segundo llamara a “seguir priorizando su seguridad estratégica y su soberanía energética“.
Poco a poco se va construyendo un encuentro político entre PSOE y PP en un momento en el que las discrepancias, la polarización y la bronca protagonizan el tono entre los dos grandes partidos. Un punto de encuentro que se encamina para garantizar la mayoría que permita incrementar el gasto en seguridad y defensa. Frente a los discursos ultras de Vox que se observan en el espejo del otro lado del Atlántico, Génova y Ferraz se miran de reojo. Cuestiones de Estado. La izquierda alternativa europea, en este momento de incertidumbre, tiene que construir una respuesta política enfrentada al belicismo y al militarismo.
Periodista y actor, es actualmente el coordinador de la sección de Política de Público. Antes fue director del periódico digital Cuartopoder. Ha escrito en diversos medios y participado en tertulias políticas televisivas. Sus coberturas se han centrado en la información política y parlamentaria, también en movimientos sociales y, en algunas ocasiones, ha desarrollado periodismo teatral.
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